“En casa lo importante eran los estudios, ya que tenía que asegurarme un futuro. Mi amor por el fútbol sala apareció de forma natural, porque mi padre era entrenador y ya me llevaba a las pistas con el cochecito. Cuando tenía 3 o 4 años empecé a jugar con el ABC Nelas, el equipo de casa, y durante muchos años lo combiné con el balonmano, donde era central. Pero más o menos a los 15 años mis padres me dijeron que debía dejar uno de los dos deportes porque tenía que tener más tiempo para los estudios, y opté por el futsal”, explica André Coelho.
Como cualquier otro título deportivo
De joven no pensaba que dedicarse profesionalmente al fútbol sala podría ser una realidad. Por eso, el portugués empezó Ingeniería Civil en la Universidade do Minho. Le gustaban las matemáticas, la física y la química y, después de descartar Ingeniería Aeronáutica, pensó que la Civil podría ser una buena opción.
Durante el primer año continuó jugando a fútbol sala en Nelas, pero a partir del segundo pasó a defender los colores del Braga, vinculado a su universidad. “En Portugal es muy común que un deportista estudie. En mi caso, el Braga me pagó la carrera, el alojamiento y la comida, mientras que la universidad me dio facilidades para estudiar”, explica un Coelho que, sin embargo, nunca suspendió nada. De hecho, pudo terminar cuando tocaba tanto la carrera -de tres años- como el máster -de tres años más. “Solo me retrasé con el máster unos meses. Yo ya tenía terminado el trabajo final pero, cuando tuve que presentarlo, la selección portuguesa me convocó para ir a jugar el Mundial de Colombia de 2016, en el que quedamos cuartos. Posteriormente, en una segunda fecha, también tuve que ir a jugar con Portugal. Por último, a la tercera fue la vencida”, dice Coelho. Y añade: “El día que entregué mi trabajo final de máster y me dieron el título tuve la misma sensación de felicidad y satisfacción que cuando gané la Champions con el Barça o el Mundial con Portugal años más tarde. Para mí, es un título igual de importante”.
Porque Coelho sabe perfectamente cómo tuvo que sudar durante aquella etapa de su vida: “Vivía en Braga, pero el campus lo teníamos en Guimarães, donde estudiaba durante todo el día. Por la noche, volvía a casa para entrenar y, cuando terminaba, me marchaba un rato más a la biblioteca. Durante los veranos participaba en torneos universitarios europeos y en el último año, además, tuve que compatibilizarlo todo con las prácticas en un laboratorio”. Época en la que, como es normal, muchas veces pensó qué estaba haciendo, pero en la que nunca se planteó dejar ninguna de las dos cosas. La fuerza de la familia, por un lado, y el amor por el fútbol sala, por otro, fueron determinantes.
Un destino que ha hecho suyo
Con la carrera y el máster en el bolsillo, un año después hizo las maletas y la temporada 2017/18 fichó por Benfica hasta el 2020, cuando aterrizó en Barcelona. Lo hizo con muchas ganas y muy bien asesorado. Primero por el jugador del Barça Dyego, con el que comparte un amigo en común, pero también por su ex compañero en el Benfica Juanjo Angosto, que en ese momento era portero azulgrana. La casualidad hizo que en el verano en el que Coelho fichó por el Barça, Juanjo se marchara del club azulgrana. Pero fue de gran ayuda porque, de hecho, el piso en Castelldefels donde vivía el murciano ahora es el hogar de André, Mafalda y Fonsi, su bulldog francés de cinco años.
La historia de la pareja, ambos de Nelas, es de esas de las de toda la vida. Se conocen desde que tenían cinco años, ya que iban juntos a la escuela, y fue ella, a los 16, cuando le pidió salir. Desde entonces, han sido inseparables. “André es muy terco pero eso, en parte, le ha ayudado a conseguir todo lo que se ha propuesto. También es cariñoso, muy ordenado y disciplinado. De hecho, es la mejor persona que conozco, no sólo conmigo sino con todo el mundo que se acerca”, asegura Mafalda, ante un avergonzado pero orgulloso Coelho.
Que el cierre es muy fiel a los suyos lo explica, entre otras cosas, un detalle curioso: el futbolista tiene en el mueble del comedor una camiseta de una de las personas más importantes en su vida en Catalunya, el jugador portugués del Barça de hockey patines Joao Rodrigues. Ambas familias, así como la de Hélder Nunes, son una piña. De hecho, tienen una apuesta entre ellos: invitar a comer a los demás, incluidas parejas e hijos, si alguien gana un título. “El año pasado pagué ocho comidas... la broma me salió cara”, ríe.
Más joven que ellos, pero también portugués, es Luis Frade, jugador del Barça de balonmano que también vive en Castelldefels. Tanto él como Coelho pasan muchas horas juntos mientras Fonsi y Zeus, sus perros, se lo pasan en grande. Así, Frade también es uno de los pilares de una persona que se define a sí misma como "de fácil trato" y que se lleva "muy bien con todo el mundo".
Estas relaciones sociales han hecho más fácil la vida de André Coelho y Mafalda. Porque, después de un primer año complicado, ahora se encuentran muy a gusto. “Cuando llegamos, él no jugaba mucho y más de una vez le pedí marcharnos a casa, pero no quiso. Creía en sus capacidades y sabía que, tarde o temprano, podría darle la vuelta a la situación y ser importante en el equipo. No desfalleció y logró lo que quería”, recuerda Mafalda, con una sonrisa en los labios.
Muy claro... y en catalán
Ahora Catalunya se ha convertido en su casa. Y ambos quieren que lo sea durante muchos años. Por eso, y por el afán de aprender que siempre le ha acompañado, André Coelho sabe portugués, inglés y castellano, pero cada día habla catalán con mayor fluidez.
El ex jugador del Barça Marc Tolrà, que coincidió con Coelho en el Benfica, fue su primer maestro antes de fichar por el club azulgrana en el verano del 2020. No sólo le enseñó el significado del Barça o de Catalunya, sino que fue clave para empezar a hacerse con el idioma: “Como ambos somos cierres, éramos compañeros de habitación y pasábamos muchas horas juntos. Aquí fue cuando empecé a aprender catalán, porque le escuchaba hablar mucho rato por teléfono”, explica.
De esta forma fue como tuvo su primera toma de contacto. Su aprendizaje, pues, se ha basado en escuchar e impregnarse de las conversaciones de los demás. Ahora, aparte de los miembros del cuerpo técnico del Barça de fútbol sala, sus mejores profesores son Miquel Feixas y Sergio González. Sin embargo, reconoce en medio de la broma que, a veces, es mejor no hacerles demasiado caso.
Eso sí, hay algo que le tiene muy fascinado: “Aquí cada uno dice las horas como quiere. A veces soy yo quien tiene que corregir. Ahora son 'dos quarts i cinc de tres' (las 14:35h)", comenta mientras mira el reloj, antes de despedirse con un deseo para el nuevo año 2023: “Espero seguir siendo la persona más feliz del mundo”. Pues que así sea.
Una plantilla muy bien preparada
El caso de Coelho no es el único de la plantilla actual del Barça. Destaca también Antonio Pérez, que con 22 años es graduado en derecho y está cursando el máster de Abogacía. Àlex Lluch también tiene una carrera, en este caso la de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, y actualmente está terminando un master de Gestión Deportiva. Título que ya tiene el capitán, Sergio Lozano, además de disponer del nivel 2 del carnet de entrenador. Dídac Plana, por su parte, ahora comienza su grado en Gestión Deportiva.
Además, se encuentran a las puertas de obtener su título universitario Sergio González, que hace cuarto del doble grado de ADE y Derecho, y Miquel Feixas, que afronta el último curso de Publicidad y Relaciones Públicas. Adolfo cursó un posgrado en Nutrición con el Barça Innovation Hub, mientras que el técnico Jesús Velasco tampoco se queda atrás y es Licenciado en Educación Física.