A las siete de la tarde comenzó la actividad en la Plaza del Icue, epicentro del fútbol sala durante una hora y media. Desde el inicio, en un lugar único, los de Duda se mimetizaron con los presentes, que desde una hora antes del inicio del evento ya colorearon las calles con elásticas rojas y blancas.
Entonces, rodó el balón. En una mini pista instalada entre la Calle Santa Florentina, la calle del Carmen y las Puertas de Murcia, decenas de niños se entremezclaron con sus ídolos para disfrutar de un acto que siempre tiene buena acogida por los cartageneros. La trimilenaria es una urbe de fútbol sala y se nota cada vez que el equipo cruza la Rambla de Benipila.
Poco a poco se iba llenando la zona. De decenas se pasaron a cientos de personas que buscaron a los portuarios, quienes estamparon su firma a todo el que se la pedía. Hubo infinidad de momentos de complicidad entre unos y otros, creando una conexión que acompañará al equipo este sábado, en un duelo que siempre significa algo más que tres puntos.
Mientras la pista estaba repleta, niños y niñas de todas las edades se pusieron a las órdenes del cuerpo técnico, que preparó unos juegos de habilidad para ir puliendo a las estrellas del mañana. Miguel Ángel Jiménez Bosque, presidente de la entidad, y Duda atendían a los medios de comunicación allí presentes, y Rafa Fernández, siempre dispuesto a participar, se lanzó a la cancha para ocupar el lugar en el que se forjó como leyenda: una portería que los más pequeños y pequeñas intentaron perforar.
Así, en un ambiente distendido, entre sonrisas, miradas de admiración e incontables gestos de apoyo al equipo, concluyó una tarde mágica, de las que hacen afición y enganchan a un graderío que, en este final de temporada, es más necesario que nunca.