Imagino que todos aquellos de mi generación sabrán de qué hablo al mencionar esta serie de dibujos animados donde, capítulo tras capítulo, el coyote perseguía desesperadamente al correcaminos con intención de darse una buen festín a su costa.
Viene a cuento esta metáfora inspiradora porque en los últimos tiempos observo cómo la cultura del mérito y del trabajo serio, que suele ser ardua y longeva en el tiempo, está mutando en las personas y organizaciones por una cultura de caza y captura del correcaminos, o lo que es lo mismo, de quien va más rápido que nosotros.
Si esto supone una carrera noble por alcanzar o incluso superar al mejor, bendito sea como epítome de búsqueda de la excelencia, de una visión o de un reto por ser el mejor. No obstante, mucho me temo que la inicial intención del coyote por comerse al correcaminos se convierta en posterior obsesión por destruirlo y hacerlo desaparecer para satisfacer una enfermiza obsesión que enmascara un profundo sentimiento de inferioridad o de segundón.
Este síndrome, pues así lo considero, lo podemos observar en personas, pero también es muy relevante en organizaciones, aunque seguramente debe estar relacionado porque, al fin y al cabo, las organizaciones están formadas por personas y son porosas a éstas, para lo bueno y lo malo.
Recuerdo cuando aterricé como Seleccionador Nacional y me encontré una obsesión enfermiza por parecernos a Brasil, líder mundial intocable hasta entonces. Todo se copiaba de ellos, queríamos ser más brasileños que los originales y cuando nos enfrentábamos a ellos les admirábamos-odiábamos tanto que siempre acababa igual la contienda: Derrota.
Esto nos hizo reflexionar sobre la conveniencia de ser una fotocopia, aunque buena, del original, o bien crear nuestra propia ruta del éxito, lo que conlleva una autocrítica y reflexión interna sobre nuestras fortalezas y debilidades y, fundamentalmente un plan.
Al final optamos por lo segundo y elegimos una segunda ruta para alcanzar la cima que se adaptara a nuestra idiosincrasia y nuestros recursos. En definitiva, nos olvidamos del correcaminos y buscamos la fórmula que más se adaptaba a nosotros para ser tan rápido o más que él y superarlo. El resultado está escrito: Ganamos dos Mundiales seguidos.
Soy consciente que esta reflexión implícita en el artículo es difícil de entender en estos tiempos donde la velocidad, falta de paciencia y egoísmo exacerbado se impone, pero no vendría mal que estas personas y organizaciones internamente enfermas pudieran hacer parar el coyote que llevan dentro y optar por la fórmula del éxito que desde los ancestros ha dado resultado, que no es otra que la humildad, tener un plan y dedicarse con paciencia y determinación a conseguirlo. Mejor nos iría a todos.
MICK, MICK!!
Javier Lozano
Presidente LNFS