
El hecho de que se hayan sofisticado y universalizado las formas de comunicación a través de la tecnología ha tentado a muchos visionarios a pensar que la doctrina impartida se asume con docilidad y resignación por parte del destinatario. Sin embargo, el hecho de callar no implica creer y mucho menos dejar de pensar.
Como siempre que escribo en este lugar me circunscribo a los dos mundos que me atraen y apasionan: La empresa y el deporte. De otros ámbitos se ocupan otros mejor informados y preparados que yo.
Todos aquellos que hemos participado en la creación de un plan estratégico sabemos de la importancia de elegir la visión, misión, valores y filosofía de la empresa u organización deportiva, pero al mismo tiempo somos conscientes que lo difícil no es plasmarlo en el papel, que lo aguanta todo, sino transformarlo en hechos, ya que el verdadero liderazgo reside en el ejemplo. Y aquí vienen los verdaderos descosidos entre lo que se dice y lo que se hace.
Casos como las Cajas de Ahorro, las preferentes, el Banco Popular o las empresas norteamericanas Enron o Lehman Brothers, entre otros muchos, son un claro ejemplo de lo que hablo. Pero en las organizaciones deportivas importantes lamentablemente también tenemos ejercicios diarios de fariseísmo e hipocresía entre lo que se proclama a pecho henchido y lo que se hace de manera sutil, torticera y sectaria.
En el caso del deporte aún duele más, ya que se usan de manera grosera e irresponsable VALORES tan nobles como la justicia, meritocracia, solidaridad, reconocimiento, transparencia, esfuerzo y objetivo general por encima del individual.
Todas aquellas personas (más de las que creemos) que se dedican a reflexionar sobre lo que oyen y ven escrito son notarios y a la vez fiscales que comprueban el histórico de esa empresa, persona u organización deportiva que inundan de titulares y notas de prensa la vida actual con la intención de manipular la realidad sin el mínimo sonrojo. La conclusión es evidente: No por mucho repetir falacias acaban por convertirse en verdades, aunque es cierto que dejan cadáveres en el camino.
Como no hace falta dar nombres, ya que cada uno tenemos algún Groucho cerca, me limito a dejar constancia de que muchos no somos cómplices ni idiotas y que, como siempre, dejamos que el tiempo, verdadero juez de la vida, ponga a cada uno en su sitio.
Finalizo con otra frase del genio Groucho Marx dedicada a estos impostores: “Jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio”.
Autor: Javier Lozano Cid
Presidente LNFS
Ex - Seleccionador Nacional Fútbol Sala
Bicampeón del Mundo y tricampeón de Europa
